La situación que se vivió a nivel mundial con la Pandemia de Covid19, nos tomó a muchos por sorpresa, sin darnos tiempo a atender las necesidades apremiantes que tuvimos que vivir, no solo en salud física, sino también en otros aspectos; económicos, de convivencia, salud mental, emocional, etc.
Dejando el tema de salud a los especialistas, nos centraremos en otros que tienen relación directa con las relaciones familiares.
Debido a que todo fue tan de prisa y tan radical, una de las repercusiones más dramáticas, fue la del “encierro”, pues ello implicó no salir a estudiar, ni a trabajar. Por lo que se debió convivir las 24 horas en familia, situación que requiere un plan, un espacio, una preparación mental y emocional, a la que no tuvimos tiempo. Cuando se planifican vacaciones, que también significa pasar todo o mucho tiempo juntos, se tiene una preparación remota y próxima para ello y la meta es tan llamativa, que cualquier inconveniente o reto es fácil de superar.
Con la pandemia, no hubo ese tiempo ni planificación, de un día para otro, nos vimos todos los miembros de la familia, sin salir casa, las 24 horas, o por lo menos una buena cantidad de horas; ello implicó “convivir” con todos los miembros de la familia, a veces en condiciones de espacio físico realmente inapropiadas para la convivencia diaria.
En situaciones ordinarias, varios o todos los miembros de la familia, salen a estudiar y/o trabajar todos los días y se convive con más intensidad los fines de semana. Con la pandemia, se volvió de alguna manera “obligatoria” la convivencia, esto significó que las personas debieron de luchar por superar intencionalmente todos aquellos retos que les tocó vivir.
Quizás los retos más fuertes, pudieron ser:
1. Salud: muchas familias tuvieron pérdidas significativas con la pandemia.
2. Trabajo: Hubo algunas personas que perdieron sus trabajos, otras que perdieron sus emprendimientos, etc.
3. Estudios: En los ciclos de pre, primaria, básicos y diversificado, las familias tuvieron que adaptarse a que sus hijos estudiaran en casa. En el caso de los más pequeños, los padres de familia se volvieron docentes, sin saber cómo. La falta de socializar en algunas edades en donde el periodo sensitivo era acorde a ella, se vio imposibilitada, y con consecuencias a mediano y largo plazo.
4. Convivencia: algunas personas no supieron como convivir 24 horas con los demás miembros de la familia en el mismo lugar y quizás en lugares reducidos. Cuando hubo que trabajar y estudiar en casa, se requirió de espacios para cada uno, de forma tal que no se interrumpieran y no siempre los había, situación que generó conflictos.
5. Salud emocional y mental: No saber como manejar la situación, tener la incertidumbre de qué pasaría, no saber expresar las emociones, etc.; hizo crisis en muchas familias.
6. Otros.
Con base en mi experiencia docente de 25 años y 20 años en asesoramiento familiar, veo con suma preocupación, como muchas familias se frustraron por lo que debían de hacer, en la mayoría de los casos sin saber cómo y de los resultados que fueron viendo a raíz de esos cambios.
Muchos perdieron la gran oportunidad de esta convivencia forzada, se centraron en las debilidades y amenazas más que en las oportunidades que tuvieron.
Eso es lo ordinario, eso es lo que a la mayoría pudo habernos pasado. En un inicio al ser de sorpresa, quizás no tuvimos tiempo de hacer nada más; pero al transcurrir del mismo debimos haber actuado de forma diferente para sacar provecho a la situación que se estaba viviendo; eso requiere de las virtudes de la resiliencia, la iniciativa, la magnanimidad, la reciedumbre, etc., que como en otras muchas circunstancias son de gran ayuda.
En el tema de salud mental, tema rezagado en condiciones ordinarias, fue evidente como se exacerbó con la pandemia. La falta de un plan, la falta de capacidades para manejar y enfrentar lo que se estaba viviendo, sumió a muchas personas, matrimonios y familias; en problemas de salud mental, que ahora están surgiendo y ojalá estén siendo atendidos.
Este tema debería ser tratado (de forma personal) siempre, por cada uno quienes sabemos que actualmente ya no es un estigma asistir a especialistas: psicólogo o psiquiatra, todos tenemos problemas y las personas inteligentes buscan ayuda.
En el ámbito matrimonial, quizás el más lastimado, pude atender en la consulta de asesoría a muchos matrimonios, que decidieron separarse después de convivir tan cerca con el cónyuge y darse cuenta de que no podían hacerlo más; pude detectar que lo que no se había trabajado en condiciones ordinarias, para crecer como pareja, se cayó en la pandemia. Vi como matrimonios que antes de pandemia se llevaban bien, decidieron dejarse después de la pandemia por razones de “mala convivencia”.
No hay duda de que floreció lo que explican los expertos; en el matrimonio, lo que no se cuida, lo que no se fortalece, cuando no se abona: se muere. La pandemia fue una prueba muy dura para muchos matrimonios.
Si deseamos sacar lo mejor de la pandemia, debemos aprender a fortalecer aquellos puntos que vimos más débiles con esta prueba. En el ámbito familiar, en donde antes se nos decía que no se estudia para ser padres, también sabemos que el mejor aprendizaje lo tenemos de nuestra propia familia, la forma en que nos educaron, en que vivimos como familia, es la que llevamos a flor de piel, para replicar con la nuestra. Pero, además hoy si hay formas de aprender como hacer familia, hay libros, hay cursos, hay diplomados, hay maestrías.
La Federación Internacional para el Desarrollo de las Familias, IFFD (por sus siglas en inglés), a través del Instituto de Educación y Colaboración Familiar ICEF en Guatemala, imparte la Maestría en Asesoramiento Familiar MAEF desde hace varios años; aportando los fundamentos necesarios para vivir el matrimonio y formar asertivamente la familia. Vemos como este aporte puede ser la diferencia en tantas familias que consideran no tener las herramientas necesarias y dudan si están haciendo bien su trabajo de formadores.
Además, la maestría permite una salida profesional, para aportar y acompañar a quienes lo necesiten.
Desde el Centro de Asesoramiento Familiar CEASEFAM, también se imparten cursos y talleres para crecer como familia y vencer los retos y desafíos que son ordinarios en el matrimonio y la familia, así como los que ha dejado la pandemia.
Trabajar en apoyo a los matrimonios y las familias es una necesidad inminente que requiere atención inmediata para aportar al crecimiento sano y equilibrado de la población en Guatemala.
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